Los principios eticos quedarian enmarcados en autonomía,
no maleficencia, beneficencia, secreto profesional, consentimiento informado
(este principio fue el detonador en la revolución de los cambios en la relación
médico-paciente) y justicia en las oportunidades de atención médica integral
de calidad y los principios que se han actualizado: seguridad, prudencia,
discernimiento, juicio crítico, discreción y confidencialidad en el manejo de
registros, autorizaciones, historia clínica y expediente, principios con los
que se cumple con ética el trabajo del médico, se cuida a satisfacción el
derecho al cuidado de la salud del paciente y lo que es ahora de actualidad, el
cuidado de su intimidad.
Pero se tiene que aceptar que no todos los
principios éticos se han podido aplicar al cien por ciento en todos los
sistemas de atención a la salud y médica, ya que éstos tienen sus propias
organizaciones, formas de utilizar los recursos, sus políticas, sus
prioridades e incluso sus particularidades operativas, lo que nos lleva aceptar
que la ética médica, ya no es sólo responsabilidad del médico, sino que
también se traslada a los sistemas y a las instituciones responsables directas
de la atención, es decir, una ética institucional (calidad de la atención),
una ética organizacional (justicia en la distribución de los recursos).
El
peso específico de los principios éticos mencionados, ha sido diferente y ha
tenido sus consecuencias, así al hipertrofiarse los derechos de los pacientes
a tener una atención de alta calidad con los recursos tecnológicos modernos
diagnósticos y terapéuticos, se han agregado los riesgos propios de dichas
actualidades, por lo que el consentimiento informado puede llevar a que se
exageren los riesgos, a que se minimicen o que de plano no se apliquen,
representando un ejemplo de lo que se conoce actualmente como medicina
defensiva.
La exigencia de los pacientes a ser
beneficiados por las actualidades extraordinarias de la medicina moderna y que
se publicitan por todos los medios audiovisuales, ha propiciado pacientes más
informados y más exigentes, y médicos que para evitar el riesgo de queja o demanda
por atención médica incompleta o equivocada, han exagerado las indicaciones
de los recursos diagnósticos y terapéuticos modernos. La medicina defensiva
desgraciadamente ha sido la consecuencia de la cultura de las insatisfacciones,
quejas y demandas que se viven en todos los sistemas de atención y que ha propiciado
el encarecimiento y el dispendio de los recursos en todos los sistemas de
atención social, y en la econmía de los pacientes que se atienden en el
sistema de atención privada. El cambio de postura tradicional del paciente
a una posición de demandante, propició la consecuencia lógica de que el médico
para que no fuera demandado por motivos no justificados, inició la exageración
en la obtención de evidencias, entre más numerosas mejor, para mostrar inobjetablemente
su capacidad profesional, es decir, indicación de estudios de gabinete y de
laboratorio no para apoyar el diagnóstico, sino para anticipar la defensa en
caso de queja, litigio, conflicto o demanda, por si fuera el caso.
La medicina defensiva ha alterado notablemente
la relación médico-paciente, la ha alejado, los ha distanciado, propiciando
que se elimine el principio de confianza que siempre ha caracterizado al modelo
clásico del acto médico, que se convierta en antitético y ha encarecido la
medicina en todos los sistemas de atención a la salud y médica. Pero el
paciente demandante moderno no sólo ha sido causa de la aparición de la
medicina defensiva, sino que todos los sistemas de medicina institucionalizada,
al fomentar la cultura de las quejas por parte de usuarios, pacientes y
familiares, y no tomar el papel de responsables solidarias (que obligadamente
deben aceptar), cuando se presentan errores de atención, estos no se asumen
como errores del sistema, sino que siempre se aplican exclusivamente a los médicos,
es más nunca los defienden, por lo que el profesional de la salud tuvo que
defenderse, contribuyendo al dispendio de los recursos económicos en todos los
sistemas.
Sin duda el principio de autonomía de la ética
médica, aun con las dificultades de su observancia, ha favorecido que en el
acto médico, el paciente se mueva a una posición más participativa, más
protagónica, menos dócil y menos pasiva en la solicitud de ayuda; pero también
en correspondencia el médico también se ha movido de una posición de
superioridad y de soberbia, que se observaba todavía a fines del siglo XX en
importante número de médicos, a una más humilde, accesible y de calidez, es
decir, a una posición humanística, en donde los principios de autonomía y de
consentimiento informado, observados no sólo con el llenado de un documento
escrito (actualmente autorización en formato, firmado por el paciente,
familiares, testigos y el médico para la realización de todo acto médico intervencionista),
sino con un acto médico que puede llevar una, dos o tres entrevistas para dar
explicaciones, informes y aclaraciones sobre todo entendibles y que sin duda añaden
más valor ético el documento firmado, que ahora se toma como una medida
preventiva y de indudable valor legal, para la forma en que se traba- ja en la
medicina actual. Con el principio de autonomía se pretende lograr una
beneficencia hacia los pacientes no paternalista, que se gesta cuando el
paciente reconociendo sus derechos, también acepta sus limitaciones e
insuficiencias en la solicitud de sus atenciones y cuando el médico como
benefactor indudable, entienda, acepte y fomente dicha autonomía y sólo sustituirla
en situaciones inevitables, para lo cual hace uso de todos los principios de su
ética médica y sobre todo el del consentimiento informado, cumpliendo con lo que
ahora se califica como una medicina más acertiva
Por supuesto que todos los sistemas de atención
a la salud y de atención médica han tenido grandes ventajas, habiendo
contribuido a lograr metas extraordinarias, bastando el enunciado de dos
ejemplos: la desaparición de padecimientos infecto-contagiosos graves y el
aumento en años de las expectativas de vida y que en México es de más de 70
años para ambos sexos. Así los sistemas de atención pública, de seguridad
social, administrada y privada en los países latinoamericanos y sobre todo en México,
a pesar de críticas unas justificadas y otras no, en su historial se aprecian
grandes beneficios, ya que han contado con importantes y efectivos sistemas de
regulación, en todos los órdenes, tratando de velar siempre y dentro de lo
posible por los intereses de los pacientes y de los médicos, no teniendo más
limitaciones que los recursos económicos, la gravedad de las patologías y las
capacidades profesionales y éticas de los médicos, lo que se demuestra por el
hecho de que en millones de actos médicos proporcionados, el número de
conflictos, demandas y litigios, en número y proporción son mínimos (basta
con conocer los anuarios de la Comisión Nacional de Arbitraje médico), y
que en su mayoría derivan de problemas de comunicación entre los pacien- tes,
los médicos y las instituciones, hecho que ha justificado el que se mencionen
con frecuencia dos hechos: el deterioro de la relación médico-paciente y la deshumanización
de la medicina, comentarios que me permito creer han sido exagerados.
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